miércoles, 29 de julio de 2015

Cuando el miedo se confirma...

En abril del año pasado volé por primera vez en avión, pues decidimos pasar unos días en Roma. Ya tenía ganas de visitarla y las expectativas aún estando altas, se superaron con creces. Pero no me quiero centrar en la visita a la ciudad de grandes acontecimientos históricos. Quiero hablaros de ese cara a cara que mantuve con el miedo, con la ansiedad y el vértigo.

Nunca a mi edad (26 en el momento del trance) había volado en avión. En muchas ocasiones evité tal situación y dejé excursiones y viajes a ciudades que me hubiera encantado visitar, ahí, resonando aún en mi cabeza el por qué no me atreví.

Era jueves y estábamos en el aeropuerto de Madrid. Nuestro viaje a Roma no era vuelo directo, sino que hacíamos escala en Barcelona y ya sí, desde allí hasta la capital italiana. El aeropuerto, para el que nunca haya estado en uno, es como un gran centro comercial pero con el añadido de personas arrastrando enormes maletas a gran velocidad, como hormigas que salen y entran a un hormiguero llevando la comida de la que se abastecerán todo el invierno.

Una vez pasados los típicos trámites de seguridad lo único que faltaba era esperar a que nuestro avión llegase. Y llegó. Y algo dentro de mí se activó. Había  visto muchas veces esta situación en las películas pero no era consciente de lo grande que llegan a ser estos pájaros de varias toneladas. La primera vez que enfilé el pasillo del avión (mi billete era de ventanilla, al lado del ala derecha) lo primero que pensé fue "eso es demasiado estrecho, es claustrofóbico". Me acomodé en mi asiento y me abroché el cinturón de seguridad de juguete, porque no tiene otro nombre. ¿Pretenden ofrecer sensación de seguridad con tal cinturón? Me lo apreté lo más fuerte que pude. Respirar, por un momento, pasó a un segundo plano.

Como dije antes, elegí ventana meses atrás porque pensé que viendo todo lo que dejábamos atrás y sobrevolábamos, se haría el viaje más llevadero, pero... vaya, otra vez me equivoqué. Pienso que ese caminar elegante del avión por la pista hasta llegar justo al carril exacto de despegue, es como una larga agonía cuyo objetivo es hacernos sentir como en una montaña rusa donde la mente intenta calmar a un cuerpo extraño por momentos.

Una vez sentado, con el miedo a lo nuevo y desconocido pintado en la cara , escuché de voz de uno de mis amigos.. "ahora prepárate... Javi". Solo sé que me agarré con fuerza a las barras de apoyo laterales y no apartaba la mirada del frente. El brusco empuje inicial del avión mientras mantenía la mirada fija en la cabeza del pasajero más cercano vino acompañado de cierta sensación de ansiedad, de querer bajar de ahí.

El viaje fue tranquilo, las vistas preciosas, y la experiencia única, en muchos sentidos.

miércoles, 22 de abril de 2015

El tiempo y su susurro



Cómo un acordeón de recuerdos,
en mitad de un silencio que abruma,
bajo un ritmo que desespera,
acompañado de un coro que no termina de afinar.

Cómo ese barquito perdido en alta mar
viajando sin brújula y mirando atrás,
que teme un soplo de aire fresco
que lo termine por arruinar.

Cómo una brisa veraniega,
después de un largo invierno,
copos sin cuajar
y cien teléfonos por descolgar.

Eso es el tiempo,
pasos descompasados,
camas vacías y pensamientos abarrotados,
pasar páginas de un libro caducado.

El tiempo y su susurro bipolar.

domingo, 19 de abril de 2015

Equilibrio


¿Qué es?
¿Es realmente necesario?
No lo sé.
Miento.
Es posible que sí que lo sepa, pero realmente no estoy seguro de sí lo necesito, ni en que medidas, o hasta cuando, dónde, con quién...

A veces pienso que sí, lo necesito tanto como una mirada correspondida baja un lluvia torrencial de dudas, pero otras tantas, vaya, otras tantas ni siquiera debería de aparecer en la RAE tal definición, tal cárcel de vuelos libres de carga...de topes.

Quizá el equilibrio sea la dosis adecuada de locura y cordura conviviendo en un mismo espacio tiempo, maniatando así a lo que realmente nos hace libre, esa locura espontánea, transitoria y llena de sinceridad, y al fin y al cabo, de vida.

No se´.


miércoles, 15 de abril de 2015

Ca(u)sualidades



Negamos su existencia pues la vida que corre por nuestras venas pareciera decolorarse si la conexión entre sueño y realidad fueran pura casualidad.

Buscamos pez y anzuelo en un lago marchito de vida, y aún así lanzamos con fuerza el deseo de encontrar no motivos, sino sentido a ese anzuelo, a ese lago y a esta sonrisa tonta dibujada a mano alzada en mitad de nuestras caras.

Quien busca haya y quien encuentra justifica movimientos de ajedrez planificados con antelación sobre un tablero imaginario, sobre unas reglas a medio redactar y contra un oponente muy novato. Tu ilusión.

Ser predecible, el mayor de los bostezos del hastío, se ha convertido en la casualidad de las causalidades.



viernes, 23 de enero de 2015

Parada temporal


  "... Oh I shot, shot, shot a hole through every single thing that I loved..."

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Siempre, para todo hay un comienzo y cierto final, y aunque no sé sí tendría que hacer esto, avisar de una ausencia de entradas en el blog pues en realidad no sé cuanta gente lo lee y si ésta llegará a alguien, pero aunque sólo fuera por una persona quién se pasa por aquí de vez en cuando, creo que debo hacerlo.

Simplemente comentar un pequeño parón en el blog, no sé por cuanto tiempo pero lo que sí se es que volveré, pero no diré fechas pues me atarían a un momento en el quizá aún no pueda escribir de la manera que me gustaría y con cierta constancia.

Gracias al que lee,  por detenerte en estos pensamientos en voz alta durante este tiempo, estas historias donde he mezclado realidad con brotes de imaginación y aunque, seguramente ni la mitad de las veces se haya enviado el mensaje tal y como yo quería, me ha gustado hacerlo, el proceso y la ilusión de que alguien al otro lado lo leyese me ha bastado para que haya merecido la pena.

Sé que echaré de menos esto, escribir, pues es como una herida abierta de la que jamás deja de brotar un hilo de palabras en cierto orden.



Nos vemos a la vuelta, hasta la próxima entrada!



Javier-


GRACIAS!


    
 

miércoles, 21 de enero de 2015

Miércoles...


Los miércoles son definitivamente distintos al resto de días de la semana. Suponen una línea imaginaria que divide a la misma en dos, en blanco y negro, en pereza y en tiempo de ocio, en un vaso medio vacío enfrentado al medio lleno.

Desde hace no demasiado, decidí darle un tinte distinto a este día y romper poco a poco la rutina en la que había enjaulado a cada día de la semana, aunque hoy sólo os hablaré del miércoles, a simple vista gris entre tanta nube y alguna gota de agua que se escapa. 

Salgo del trabajo en apenas media hora, y planear aunque no siempre sea bueno, hoy desde luego sí que lo es. Comeré temprano y ya es raro pues somos muchos en casa y cada uno con sus actividades pactadas con un reloj cuyas horas se le empieza a quedar pequeñas.

Al calor de un brasero de picón - muy típico por aquí - terminaré un libro que ayer mismo comencé, de fácil lectura y una trama que "engorda" en calidad y afectividad con el personaje, en cada capítulo que pasa. Guardé para hoy tan solo un par de capítulos, quería saborear el final con tranquilidad y me daba pena  decirle adiós tan pronto.

Y sí, es miércoles y eso lleva a mi mente a pensar en una palabra. Cine. Hoy es día de cine, que aunque en mi localidad no lo tenga a mano, pues debo desplazarme a 50km para poder disfrutar de una película en las condiciones adecuadas (Siglo XXI...) no por ello es un punto negativo, al menos no lo es del todo. Llevo desde hace un par de semanas, sintiéndome al volante como cuando las primeras veces cogía el coche tras aprobar el carnet. Ha sido como una segunda cita con una rutina que había malinterpretado y juzgado demasiado rápido.


Termino, que salgo del trabajo en breves y llaman a la puerta, creo que es D. Miércoles.

domingo, 11 de enero de 2015

Domingo por la tarde...

Es la primera vez que escribo desde el móvil, no creo sea la mejor opción pero ahora mismo es lo único tengo a mano. Cuando empiezo a escribir esta entrada son las 16:40 h del 11 de enero. Sentado en un viejo banco de madera con las marcas típicas de la crueldad del tiempo. Demasiadas grietas, pero aún así, soporta el peso de todo aquel que decide sentarse.

Como digo, sentado en banco cerca de una ermita abandonada pero que mantiene un aspecto decente. Detrás de esta, está el parque con árboles sin hojas y columpios oxidados. Y bancos, muchos... es irónico.

Apenas escucho nada, solamente a lo lejos el cencerro de lo que imagino será unas vacas pastando y el alegre cantar de unos pájaros que aprovechan los últimos rayos de sol del día.
No hay demasiado viento, simplemente una brisa templada que hace esta soledad buscada algo amable y confortable. Estoy escribiendo sobre la marcha, transcribo todo lo rápido que puedo mientras me dejo invadir por esta sensación.

Enfrente de mí, un alto árbol sin hojas de las que desprenderse, hace de hogar para unos cuentos pájaros. El sonido de un motor antiguo pasa detrás de mí. Quizá sea un tractor. No lo sé. Da igual. Es bello el sonido de la nada.

Miro a la izquierda, veo el sol caer entre ramas de un viejo árbol. Otro más. Aquí todo es viejo, antiguo, como olvidado. Me siento extrañamente cómodo.

Salí con el coche a viajar sin más motivo que eso, viajar, desconectar, pues llevaba una semana que todo incluía en su razón la palabra deber. Y he caído aquí, es mi segunda vez que estoy en este lugar. Al fondo a la derecha desde mi posición, hay un banco con hojas alrededor suyo, me imagino a Antonio Machado, sentado, leyendo de espaldas.
Este lugar traslada en el tiempo a todo aquel que venga sin más pretensiones que simplemente estar. No se necesita más.

Ya termino, es complejo transmitir lo que se siente aquí. Es más fácil vivirlo, espero al menos te haya hecho llegar aunque sea una sensación de bella soledad.
Son las 17:05.