miércoles, 21 de enero de 2015

Miércoles...


Los miércoles son definitivamente distintos al resto de días de la semana. Suponen una línea imaginaria que divide a la misma en dos, en blanco y negro, en pereza y en tiempo de ocio, en un vaso medio vacío enfrentado al medio lleno.

Desde hace no demasiado, decidí darle un tinte distinto a este día y romper poco a poco la rutina en la que había enjaulado a cada día de la semana, aunque hoy sólo os hablaré del miércoles, a simple vista gris entre tanta nube y alguna gota de agua que se escapa. 

Salgo del trabajo en apenas media hora, y planear aunque no siempre sea bueno, hoy desde luego sí que lo es. Comeré temprano y ya es raro pues somos muchos en casa y cada uno con sus actividades pactadas con un reloj cuyas horas se le empieza a quedar pequeñas.

Al calor de un brasero de picón - muy típico por aquí - terminaré un libro que ayer mismo comencé, de fácil lectura y una trama que "engorda" en calidad y afectividad con el personaje, en cada capítulo que pasa. Guardé para hoy tan solo un par de capítulos, quería saborear el final con tranquilidad y me daba pena  decirle adiós tan pronto.

Y sí, es miércoles y eso lleva a mi mente a pensar en una palabra. Cine. Hoy es día de cine, que aunque en mi localidad no lo tenga a mano, pues debo desplazarme a 50km para poder disfrutar de una película en las condiciones adecuadas (Siglo XXI...) no por ello es un punto negativo, al menos no lo es del todo. Llevo desde hace un par de semanas, sintiéndome al volante como cuando las primeras veces cogía el coche tras aprobar el carnet. Ha sido como una segunda cita con una rutina que había malinterpretado y juzgado demasiado rápido.


Termino, que salgo del trabajo en breves y llaman a la puerta, creo que es D. Miércoles.

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